lunes, 25 de junio de 2007

Columna de opinión: ¿Quien nos robó el Fritz?


En algún momento lejano, los abuelos solían afirmar que todo tiempo pasado fue mejor, y entonces nosotros, con alma de niños y cara de no entender, tratábamos de visualizar los tiempos de antaño que el viejo narraba con los ojos brillantes y la mirada perdida en algún lugar que ningún niño pudiera haber imaginado. De tanto viajar a esos días sin televisión uno termina quedando con cierto sedimento amarillo en los ojos, que de vez en cuando opaca el presente y hace añorar el ayer. De ahí el origen de la nostalgia que acarreo hasta hoy, y a estas páginas. Hace no mucho tiempo, terminé pensando como abuelo respecto a un tema del diario vivir. Estoy seguro que no soy el único que lo cree así, es un sentimiento generalizado en los FFC: “Los Fritz de ahora, ya no los hacen como antes”.

No pretendo justificar la falta de de éxito futbolístico bajo esta premisa, pero es claro que el ex-fast food favorito de los Felixes ha decaído progresivamente en su calidad, acercándose cada vez más a la imagen de la multinacional con publicidad engañosa, de la que tanto quisieron alejarse.

En los buenos tiempos, después de un partido, una prueba, un paciente complicado, o mediando cualquier excusa, nos juntábamos en grupo y caminábamos media hora hasta el Fritz, donde saciábamos tanto nuestro hambre fisiológico, como también aquel basado en la expectativa de una buena atención, de un saludo cordial, de una relación amena vendedor-cliente. La vida en la capital ha logrado que muchos toleren una atención poco personal, un producto que diste mucho de la publicidad, o una bebida diluida como preparación homeopática. En cambio nosotros, los FFC, con sustrato de provincianos, sabemos valorar un buen ambiente y una gran propuesta comercial. Cada lomito palta Fritz era disfrutado tanto por su sabor, como por la satisfacción de tener a la mano un lugar asequible, cordial, consecuente con su publicidad, y muy recomendable. Valorando esto, las visitas al Fritz se hicieron cada vez más frecuentes, siendo esos días recordados como pasajes felices.

Cambia, todo cambia

Con el tiempo, las políticas de Fritz comenzaron a cambiar, tal vez inconcientemente. El primer hecho que molestó fue la creciente variabilidad en la preparación de los productos, según la hora del día, la demanda o el cansancio de los cocineros. Con el tiempo, se volvió impredecible el tamaño de la porción de papas, si estas vendrían frías, o incluso semi-quemadas. Resultaba molesto que la persona del lado tuviera un producto de mejor calidad, siendo que nominalmente eran equivalentes. En las horas peak el esmero puesto en la preparación se iba al suelo, y entonces comenzaban a aparecer panes fríos, papas tostadas en exceso, trozos inmaduros de palta y sus respectivas cáscaras, cucarachas en las mesas, palomas en el local (al estilo Soteriano), etc. En ocasiones, el servicio volvía a ser de óptima calidad sin seguir ningún patrón predecible, por lo que comerse un buen Fritz se volvió una cuestión de azar.

A medida que avanzaba este proceso degenerativo, comenzamos a acudir cada vez de manera más esporádica, y la mayoría de las veces nos decepcionamos. En algún momento de esta historia RT dijo: “Está rancio el Fritz”, y entonces buscamos otro lugar.

Cuando ya había pasado algún tiempo de esto, volvimos a visitar Fritz, sólo para darnos cuenta que los precios habían subido, la calidad había desmejorado bastante, y que ya no valía la pena caminar tanto por un servicio mediocre. El gran nuevo invitado a la fiesta fue “el tomate”, el cual entraba para justificar el alza de precios. Decidimos probar nuestro viejo lomito palta mayo, ahora con tomate, en uno de sus primeros días en el menú. Nuestra reacción fue una mezcla de rabia, pena y nostalgia al descubrir que el tan publicitado tomate, consistía en un par o trío de mini rodajas de un fruto verde e inmaduro, con abundante cáscara, y que en el peor de los casos correspondía al polo superior de la fruta, con cáscara y restos de tallo y flor incluidos. Hay que reconocer que fue el peor Fritz que comimos y que con el tiempo (y tal vez con reclamos) el tomate mejoró bastante, aunque sin llegar a convencerme en lo personal.
Tras el pésimo debut del licopénico vegetal, fue imposible convencer a Du de seguir comprando en Fritz, Por su parte, RT decidió incursionar en los “Gran churrasco”, hasta que finalmente se aburrió, mientras que yo decidí alejarme del otrora lugar favorito para comer, buscando algo mejor.

Sólo queda entrecerrar los ojos brillantes mirando al infinito, y recordar en sepia los momentos de regocijo frente a un humeante sandwich. El icono gastronómico que marcó una etapa en nuestro equipo, parece haberse extinto entre las garras de la economía y la desidiosa preparación. Si bien, parece poco probable que algún día volvamos a regocijarnos el triperío con la que fue una vez la mejor alternativa al aceite de tractor; seguimos abrigando la esperanza ocultamente, con los ojos entrecerrados para que no se derramen, todavía esperando el glorioso día en que ganemos un partido y tengamos Fritz para celebrar.

2 comentarios:

Unknown dijo...

por eso hoy en dia du prefiere comer panqueques mamones. que impresentable que te salga una proglotida de cestodes dentro del lomito !!!
propongo celebrar con panqueques de "lechuga, tomate, palta, huevo duro y choclo-mayo" cuando les ganemos a los perez-cotapos.

Negro D. dijo...

pq du habla en tercera persona?
du ser tarzan?
du ser vegano?
du comer solo proteina de alta calidad?
du condenado a sufrir las penas de la anemia perniciosa?
du condenado a referirse a las enzimas como enzimos o en su defecto a fermentos...?
du estar mal
du mamon.